Fernando Remes: Demasiado ego para llenar grandes vacíos emocionales.

Una vez más, el octogenario alcalde Fernando Remes emprende un viaje innecesario e intrascendente para la función pública de la ciudad.

por Canek Sánchez

No fue en busca de maquiladoras ni de convenios con empresas en la Perla tapatía. No, amable lector, la razón de este viaje fue, de nueva cuenta, la promoción de su libro de memorias deportivas.

Es lamentable el gasto de recursos públicos en asuntos como este, especialmente cuando Poza Rica se encuentra inmersa en uno de sus peores momentos.

La ciudad enfrenta graves problemas de inseguridad, reactivación económica, cierre de comercios y servicios deficiente servicio de recolección de basura, por mencionar solo algunos.

La administración de «El Pulpo» ni siquiera ha logrado completar 420 metros de camellón en el centro de la ciudad, pero lo que ha proliferado son los cobros por el uso de espacios públicos y una continuación muy cuestionable de los parquímetros.

Como es costumbre, «El Pulpo» estuvo acompañado por la porrista, Gabriela Palacios, Lalo Chapultepec, Jesús Monter, y otros personajes del «honorable» ayuntamiento de Poza Rica.

De esta manera Fernando Remes, otrora reconocido por su efectividad en el béisbol, continúa perdiendo su tiempo en su recurrente libro autobiográfico que, siendo sinceros, no sabemos si incluirá episodios oscuros de su vida, como el incidente en el que fue arrestado por el robo de autopartes en Tihuatlán.

Consideramos que es una pérdida de tiempo porque unos cuantos logros deportivos en la liga mexicana, décadas atras, resultan poco trascendentales para el país en la actualidad.

Tal vez si hubiera jugado en las Grandes Ligas con los mejores del mundo, como lo hizo el genial pitcher Fernando «El Toro» Valenzuela o el formidable tercera base Marco Vinicio Castilla Soria, estaríamos contando una historia diferente.

Emulando al presidente de la República, Fernando «El Pulpo» Remes, hace oídos sordos a las necesidades más apremiantes de los pozarricenses, dedicando valioso tiempo a engrosar su egolatría.

El ego es un gran corruptor del hombre público, porque mirar en los espejos desvía la atención de los problemas.

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