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Política Energética de México: Un Fracaso Anunciado
por Canek
El actual gobierno de México ha emprendido una aventura en el sector energético con promesas grandiosas de soberanía y fortaleza para Pemex y CFE. Sin embargo, lo que ha resultado es un desastre que amenaza las finanzas públicas y la credibilidad del país en este ámbito.
En lugar de basar sus decisiones en la realidad actual, se han privilegiado símbolos políticos y se ha adoptado un modelo estatista obsoleto que ha llevado a un resurgimiento de la corrupción.
Mientras tanto, la calificación crediticia del gobierno puede haber mantenido cierta estabilidad, pero la de Pemex ha caído drásticamente, con un futuro cada vez más sombrío.
A diferencia de la prudencia mostrada en decisiones económicas, el sector energético ha sido víctima del neopopulismo, llevando a acciones cuestionables y contraproducentes.
La gestión de la CFE bajo Manuel Bartlett es un ejemplo perfecto de derroche y decisiones sin fundamento, como el pago millonario a Iberdrola para descarbonizar sus operaciones.
El estado actual de Pemex es alarmante: la corrupción persiste y los resultados operativos son desastrosos. Proyectos emblemáticos como la refinería de Dos Bocas han demostrado ser un fracaso, con múltiples inauguraciones sin producción real de gasolinas.
Los discursos grandilocuentes sobre la expropiación petrolera ocultan la realidad de un proyecto que ha perdido interés y ha acumulado costos astronómicos.
Decisiones cuestionables han puesto en riesgo paneles energéticos clave en el marco del T-MEC, y la imagen de funcionarios como Rocío Nahle se ve empañada por posibles conflictos de interés.
La corrupción sigue siendo moneda corriente, con vínculos preocupantes entre actores gubernamentales y casos de corrupción pasados. La política energética del gobierno ha sido un desastre, sacrificando resultados efectivos en aras de mantener el control estatal y privilegiar intereses personales.
Datos contundentes:
En la actualidad, las refinerías operadas por la empresa estatal en México están funcionando a una capacidad inferior al 50%, con una gran parte de su producción dedicada al combustóleo.
La única instalación que opera por encima del 90% de su capacidad es Deer Park. La adquisición de este complejo a Shell fue parte de un compromiso hecho por la actual administración morenista: dejar de depender de la importación de gasolinas extranjeras.
Los resultados operativos de Deer Park superan a los de otras refinerías propiedad de la estatal. Este complejo en Texas produce aproximadamente 220,000 barriles diarios de gasolina y diésel, más del doble que la refinería de Tula, que lidera en términos de producción entre las instalaciones nacionales.
A pesar de los sólidos resultados operativos y financieros de la refinería, el objetivo de aumentar la disponibilidad de combustible en México sigue estando fuera de alcance.
Entre deudas, asistencias y una calificación crediticia en descenso, la situación financiera de Pemex presenta desafíos significativos. Aunque la administración obradorista tenía como objetivo reducir de manera substancial la deuda durante su mandato y evitar acumular más endeudamiento, solo se logró el segundo objetivo. A pesar de las considerables inyecciones de capital, la deuda heredada apenas ha experimentado una reducción marginal.
Al cierre del 2023, la deuda de Pemex ascendió ligeramente por encima de los 106,000 millones de dólares, superando así los 105,000 millones de dólares registrados al cierre del 2018.
“Aunque es prematuro afirmar categóricamente que los esfuerzos en Pemex no han dado frutos”, comenta Fluvio Ruiz, exconsejero de la petrolera y figura cercana a la administración obradorista. Sin embargo, entre aquellos que respaldan la estrategia del presidente, también se reconoce que los resultados no han sido óptimos y que López Obrador podría dejar la presidencia con el peso de no haber dejado a la compañía en una situación más favorable.
Uno de los indicadores más preocupantes sobre la situación de la empresa es su calificación crediticia. Pemex perdió su grado de inversión en abril de 2020 y durante el sexenio no ha logrado recuperarlo, sino que ha empeorado.
En febrero pasado, Moody’s degradó aún más la calificación de la petrolera, situándola muy cerca de ser clasificada como una compañía sin capacidad de pago ante sus acreedores.
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